martes, 28 de octubre de 2008

Zapatillas negras, la caperuza roja

Eszter Balint, la perfecta Caperucita
La joven jamás estaba acompañada. Todo el pueblo la conocía, sin embargo nadie sabía de donde provenía, tampoco se habían tomado la molestia de preguntárselo. Su presencia era como la hierba mala de los jardines; nunca se sabe de donde viene, simplemente aparece.

Desnuda salía por las tardes, ataviada únicamente por una boina, pañuelo en mano y zapatillas negras; el tocado en ocasiones variaba: un gorro de caza, una cofia, o inclusive, el pañuelo anudado en la cabeza. El día que la descubrí alejándose por el sendero al bosque, llevaba encima una caperuza que ondeaba con la brisa, mientras una canasta se balanceaba ligeramente en su brazo y con la mirada fija al vacío sin emoción.

Intrigado, decidí seguirla, ocultándome en las sombras del bosque.

Se alcanzaban a ver sobre su piel caucásica los vellos de la piel erizados por el frío, caminaba decidida, sin prisa, andando por un camino no trazado, esquivando árboles caídos, animales muertos y hoyos de madriguera

Con una puerilidad de la que me avergoncé rápidamente, imaginé que un lobo salía y engatusaba a la joven. El ulular de los búhos y los gritos de los grillos a mí alrededor, me sacaron de mi ensueño y me regañé a mí mismo

-¡Imbecil! Los animales no entablan conversaciones-

El golpeteo de las zapatillas contra el suelo se volvió uniforme. Habíamos llegado a un sendero empedrado. Caminó varios metros hasta encontrarse con una cabaña abandonada. Toco débilmente y con voz suave susurró:

-Abuela…
Entró en silencio. Me acerque con sigilo y sentándome contra la pared trate de imaginar sus movimientos. Era inútil espiarla por la ventana. Ni vela ni quinqué iluminaban dentro. Oscuridad. La luna, miedosa, se hallaba oculta. Un susurro aun más débil se dejo oír

-Abuela, aquí estoy…
Intempestivo, el golpe de una canasta contra la pared y el consecuente estruendo de metales cayendo me sobresalto.

La voz volvió a susurrar enojada.

-¡Nunca quieres comer conmigo!

Se oyó el sonido de un plato metálico raspando contra el piso. Silencio. El crujir de los resortes de una cama me hizo decidirme a ver por la ventana.
La luna iluminaba tenuemente.

Entre tinieblas, la joven se hallaba sentada en el piso, frente a un alto espejo antiguo, comiendo sola. Sollozando.

2 comentarios:

  1. wow!!!
    escribes padriisimo sbs??
    no tienes idea cuanto me relajo el leer el kuento...despues d tanto estres...jiji
    deverias escribir mas seguidoo... realmente son buenos tus kuentos...

    bno pss mil grx x tdo
    por ser un buen scouter por siempre star ahi por ser un buen amigo!!! tkm!!! padre mio jeje

    ii ojala m sigas psando el link pra verlo mas seguido

    cuidathe

    ii haber kuando escribes algo de l´amour ...

    ia sbs k es mi especialidad...jiji

    babai

    attow. PaZz

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  2. Yeah Eli, por fin te has unido a la comunidad blogger, espero que pronto podamos colaborar juntos en algo loco y desesperado XD.

    Besos

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